Este caso es uno de los que más tiempo lleva dilatándose, más de 20 años. Salmerón se separa en 2001 de Antonio Ruiz, con el que tiene una niña. La justicia le da a ella la custodia y a él, un régimen de visitas de dos horas dos días a la semana, fines de semana alternos y vacaciones a medias. En 2003, la mujer lo denuncia por violencia doméstica (aún no se había aprobado la ley 1/2004) y le conceden una orden de protección, por lo que las visitas del padre se trasladan a un Punto de Encuentro. Cuando sale la sentencia del padre en 2008, se le condena a 21 meses de cárcel por un delito de malos tratos psicológicos continuados. Al ser inferior a los dos años y no tener antecedentes, no pisa la cárcel.
Le pusieron una orden de alejamiento pero nunca le quitaron las visitas a su hija. Es más, tanto las dos peritos judiciales (en psicología infantil) como la juez que llevó el divorcio otorgaron la custodia a Antonio, al entender que era más que apto para cuidar de la niña, al contrario que la madre, quien al obstruir la relación paternofilial continuamente, estaba perjudicando a la niña. La madre quien había monopolizado la crianza y la educación de su hija recuperó la custodia 15 meses después, a petición de la menor, a quien la juez ya consideraba lo suficientemente madura para decidir con qué progenitor prefería convivir.
A Antonio le colgaron el Sambenito de maltratador de por vida, pero pocas personas se preocuparon realmente del otro lado de la historia. Esa losa es a la que se agarra Salmerón y la bancada feminista para justificar su desobediencia y sus continuas (y falsas) denuncias. Su propia hija, de ahora 21 años, se ha convertido en una activista más que defiende la inocencia de su madre. Salmerón nunca ha permitido la relación con el padre, a pesar de que la justicia se lo ha exigido tantas veces. La justicia ya le ha impuesto hasta cuatro condenas todas por incumplir el régimen de visitas y los requerimientos judiciales. Estos desacatos han tenido hasta cuatro peticiones de indultos y solo uno de ellos, en 2016, desestimado, por reincidir una y otra vez. Y es que Salmerón nunca se ha arrepentido de sus pecados, incluso a día de hoy sigue implorando el perdón del ejecutivo, alegando que ella sólo quiere cumplir la voluntad de su hija. La Ministra Llop se lamentaba de que concederle el indulto incurriría en una ilegalidad por parte del Gobierno, aunque la consideran una víctima.
Lo que casi nadie sabe es que Antonio recibió más de veinte denuncias de esta señora y solo una no fue archivada. ¿Qué hubieran decidido los jueces en esa primera condena (a Antonio) de saber todo lo que era capaz de hacer la madre para salirse con la suya?