Desde que se aprobó la Ley Integral de Violencia de Género el número de denuncias pertenecientes a ese ámbito no ha hecho más que aumentar, pasando de los 60.000 registradas en el informe anual de 2005 a las más de 180.000 denuncias en 2022. Desde el feminismo institucional y los medios se da por hecho que cada una de esas denuncias corresponde a un caso de maltrato, asociándose a una ingente cantidad de mujeres que llevarían toda la vida sometidas a maltratadores que han empezado a denunciar gracias a las nuevas políticas de igualdad.
Según la ONU “el maltrato se puede definir como un patrón de conducta utilizado en cualquier relación para obtener o mantener el control sobre la pareja. Constituye maltrato todo acto físico, sexual, emocional, económico o psicológico que influya sobre otra persona, así como toda amenaza de cometer tales actos, lo cual incluye cualquier comportamiento que asuste, intimide, aterrorice, manipule, dañe, humille, culpe, lesione o hiera a alguien”.
Como vemos una de las características de esta violencia es que es instrumental. Es decir es una violencia premeditada que tiene un claro objetivo, en este caso dominar a la pareja. Ir anulando poco a poco su voluntad para que deje de llevarle la contraria al maltratador, empleando la violencia, ya sea sobre la propia víctima o sobre los objetos de alrededor, o a través de la manipulación psicológica, haciéndole sentir culpable por todo y poniéndola en contra de familiares y amigos para aislarla, o incluso llegando a engañarla sobre determinados sucesos que han ocurrido para que llegue a dudar de lo que ve y oye, convenciéndola de que está loca (luz de gas).
Otra característica de este tipo de violencia es que es cíclica. Reproduce una y otra vez lo que se conoce como el ciclo de la violencia. Generalmente las relaciones de maltrato se dan en un ambiente de continua tensión en el que la víctima tiene constante miedo de hacer algo que desencadene el enfado de su maltratador y su reprimenda posterior, por otra parte el maltratador busca cualquier excusa para reprender a la víctima, lo cual se traduce en una serie de continuos reproches y desplantes hasta que acaba culminando en un estallido de violencia que es cuando se suelen producir los gritos y la agresión física, dañando a la víctima o provocando daños materiales en su entorno . Tras este estallido llega la fase de arrepentimiento o “luna de miel”. El maltratador pide perdón, afirma que no va a volver a hacerlo y se muestra cariñoso y comprensivo con la víctima, la cual es seducida por las atenciones de su pareja y acaba desechando cualquiera idea de dejarlo. Con el tiempo, vuelven a llegar las tiranteces, los reproches y se vuelve a caer en el ambiente de tensión, repitiéndose el ciclo una y otra vez.
Este círculo de violencia tiene dos consecuencias en la persona maltratada, por un lado los cambios de actitud del maltratador le llevan a pensar que es culpa de ella que actúe así, sintiéndose responsable de la violencia que está recibiendo. Por otra parte la continua tensión de no saber cuándo reaccionará de manera violenta le hace vivir en un estado de miedo perpetuo a las reacciones del maltratador.
El maltrato, que es uno de los peores tipos de violencia que puede haber dentro del ámbito de la pareja y doméstico, deja secuelas físicas y psicológicas en la persona maltratada, y tanto ella como quien maltrata acaban interiorizando que ese círculo de violencia es lo habitual en las relaciones afectivas y en muchas ocasiones vuelven a verse involucrados en el mismo patrón con parejas posteriores.
En contraposición a esta violencia instrumental existe lo que se conoce como “violencia reactiva”, que es la que se lleva a cabo como mecanismo de defensa al sentirse amenazado o confrontado, al no ser capaz de reconducir la situación por otros medios más racionales. A diferencia de la violencia instrumental, la violencia reactiva generalmente es de tipo bidireccional, es decir, son conflictos en los que ambas partes agreden y se defienden. Discusiones que van subiendo de tono y en las que ambos se sienten incomprendidos por la otra parte, hasta llegar al insulto o a veces a las manos. La violencia reactiva también es nociva y debe combatirse, pero tanto la naturaleza como las consecuencias de dicha violencia es distinta a la de la violencia instrumental y por tanto los mecanismos para hacerle frente no han de ser los mismos.
Como ya mostramos en otro de nuestros artículos, la mayoría de la violencia que ocurre en el ámbito de la pareja es bidireccional. Lo cual choca con lo que vemos en las campañas de violencia de género, donde siempre figura el hombre como único agresor y la mujer como víctima, haciendo que cale en la población una idea distorsionada sobre la realidad de la violencia en el ámbito de la pareja.
La ley Integral de Violencia de Género no distingue entre violencia reactiva e instrumental, sino que directamente llama “violencia de género” a cualquiera que se produzca dentro del ámbito de la pareja en la que la víctima sea la mujer y el agresor un hombre, y luego da por hecho que toda “violencia de género” es maltrato, confundiendo intencionadamente a la población y lanzando un mensaje totalmente equivocado sobre lo que significa la ingente cantidad de denuncias que se produce cada año a causa de esta ley. Hay una clara intención de deshumanizar al hombre denunciado y que no pueda caber la posibilidad de que el hombre sea también víctima en el mismo conflicto. Se insiste en que es un maltratador y bajo esa premisa se justificarán todo tipo de medidas discriminatorias sin que ni siquiera haya sido declarado culpable. Una de las más famosas es el artículo 94 del Código Civil, que permite suspender el régimen de visitas a un denunciado por violencia de género, amparándose en que “un maltratador nunca será un buen padre”.
Esta forma de afrontar las agresiones de pareja también afecta negativamente a las mujeres maltratadas, al impedir que los recursos de la administración de justicia se pueda focalizar en sus casos, los cuales se pierden en un mar de denuncias en las que realmente no se están tratando situaciones de dominio hacia la mujer, sino peleas mutuas en las que ambos se han hecho daño, fruto de conflictos que como pareja no han sabido gestionar.
Llevar todos estos casos por la vía penal y dando por hecho que el culpable siempre es el hombre, alegando que esas agresiones son frutos de una cultura patriarcal, impide centrarse en las verdaderas causas y también provoca una situación injusta hacia el hombre, que se ve incapacitado para denunciar al ser consciente de que cualquier intervención de la policía provocará con casi total certeza su detención. Aunque el conflicto ni siquiera lo haya empezado él.
En otros artículos ya hemos mostrado ejemplos de esta violencia reactiva que se ha acabado llevando a los tribunales. Parejas en las que ambos se golpean porque están bebidos y no se ponen de acuerdo sobre si irse o quedarse en el pub; discusiones por los zapatos de la hija en las que el hombre es juzgado por llamar “desgraciada” a su expareja; o incluso conversaciones de Wassap en la que ambos se mandan “a la mierda” y en las que por ello solo el hombre es condenado a varios días por arresto domiciliario.
Estos casos no son raras avis. Solo una pequeña parte de los delitos denunciados en viogen hacen referencia agresiones graves. La mayoría hacen referencia a agresiones de palabra o físicas que no provocan lesión o cuya lesión no necesita ningún tipo de tratamiento médico o quirúrgico, tal y como podemos ver en informe anual del Observatorio de Género.
Otros países, como Austria, Alemania, Bélgica, Noruega, Suecia, Dinamarca y Polonia optan por afrontar la violencia el ámbito de la pareja de una manera distinta, a través de la mediación, presentando otras vías alternativas. Uno de estos sistemas es el método Cochem-Zell, de Alemania, en el que la propia policía, tras tener constancia de una situación de violencia en la pareja, hace una evaluación real del riesgo y de la naturaleza de esa violencia, que luego utilizará el juez para decidir si es adecuado llevar el conflicto por la vía penal o si por el contrario resulta más beneficioso para ambas partes optar por una vía alternativa en la que especialistas, abogados psicólogos y demás ayudarán a la pareja a conducir su separación de una manera que les dañe lo menos posible a ellos y a sus propios hijos, tanto en el plano sentimental como en el económico. Este tipo de métodos suelen acabar con el conflicto y en muchos casos se traduce en una buena relación entre las partes aunque ya no convivan, nada que ver con lo que ocurre en España donde los casos judicializados se perpetúan durante años y los niños también acaban convirtiéndose en víctimas de las peleas entre los padres.
FUENTES:
Ley violencia de género: https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2004-21760
Datos estadísticos violencia contra la mujer: https://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Temas/Violencia-domestica-y-de-genero/Actividad-del-Observatorio/Datos-estadisticos
Maltrato según la ONU: https://www.un.org/es/coronavirus/what-is-domestic-abuse
Violencia reactiva e instrumental: http://www.educacionyfp.gob.es/dctm/revista-de-educacion/articulosre361/re36126.pdf?documentId=0901e72b81631073
Luz de gas: https://psicologiaymente.com/social/gaslighting
Ciclo de la Violencia: https://www.shelterforhelpinemergency.org/espanol/ciclo-violencia
Artículo 94 del Código civil: https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1889-4763
Sistema Cochem-Zell: https://confilegal.com/20181216-la-cooperacion-ordenada-y-la-violencia-de-genero/